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  • Roy Arboleda

Resiliencia consciente para la sanación frente al maltrato y abuso sexual infantil


La niñez es muy importante en la vida de un ser humano, ya que, en esta fase, es donde se genera la estructura mental y emocional de todas las personas. En esta etapa se empieza a construir tejido social y en la medida en que se garantice la protección, educación y todos los derechos a un menor, se le permite convertirse en un adulto que va a poder desarrollar su potencial y proponer elementos valiosos a la sociedad.

El maltrato y abuso sexual sobre la población infantil genera consecuencias psicológicas que pueden estar presentes en las diferentes etapas de desarrollo de la persona, entregando factores de riesgos de trastornos psicopatológicos en la edad adulta. Según nos revela un estudio sobre estas consecuencias, se encontraron seis grupos problemáticos (Yahaira Rodríguez López, 2012). Estos son:

  • Problemas emocionales: correspondientes al aislamiento en la disminución de relaciones interpersonales, trastornos depresivos bipolares y trastornos de ansiedad.

  • Problemas de conducta y adaptación social: presencia de mayores niveles de hostilidad, conductas antisociales, trastornos de conducta e incremento de riesgo de delinquir y de ser arrestado por delitos diversos.

  • Problemas funcionales: cefaleas, fibromialgias, trastornos gastrointestinales, trastornos de somatización y también se encontraron dolores físicos sin razón médica que los justifique.

  • Problemas sexuales: conductas de alto riesgo sexual, insatisfacción, bloqueo y prácticas disfuncionales.

  • Revictimización: esta es la experiencia posterior de violencia física y/o sexual en víctimas de abuso sexual infantil por agresores distintos al causante del abuso en la infancia.

  • Transmisión intergeneracional: aunque estuvo presente en pocos porcentajes dentro de la muestra estudiada, se encontraron algunos casos de adultos que fueron maltratados en su niñez y han reproducido conductas de violencia sobre sus parejas e hijos. Este grupo problemático es contradictorio en diferentes estudios, por lo cual invito al lector a entenderlo como una categoría que aún se encuentra en estudio.

El análisis del maltrato y violencia sexual en contra de menores no solamente corresponde a las personas que somos padres de familia o las que tenemos niños en nuestras familias, es importante entender que esta responsabilidad pertenece a todos, porque en la medida en que toda la sociedad pueda generar mecanismos de protección y de viabilización a la niñez, realmente se crean mejores sociedades.

Al mirar desde la concepción de que la niñez es el puente para construir tejido social y poder promover transformaciones significativas de lo que se necesita en un país, empezamos a comprender la responsabilidad del papel de todos frente a la población infantil. Si no se mira desde esta perspectiva, se deja en manos de unos pocos la tarea de la protección infantil, cuando realmente requiere de la participación de toda la sociedad. Si frente al daño que recibe un niño solamente hay indignación y no se actúa, seguiremos dando giros sin salida para encontrar la solución al maltrato. La invitación es entonces a crear nuevos cuestionamientos, tales como, ¿qué es lo que estamos haciendo como sociedad?, ¿dónde está nuestra veeduría, participación y gestión frente a esta situación? y ¿cuál es nuestra manera de ejercer un empoderamiento social de la crianza?

El empoderamiento social de la crianza es donde los padres de los hijos no solamente son los dos seres progenitores o a las personas que estén criando a un menor, sino que son los sistemas, es decir, toda una ciudad, todo un país, toda una sociedad. Este nuevo paradigma lleva a trabajar de forma activa la responsabilidad sobre los menores.

Una vez que nos instalamos en este paradigma, que da como resultado la construcción de un tejido social donde todos tenemos el deber y el derecho de la crianza de todos los niños de la sociedad, se entiende que no solamente hay un sistema con toda la carga, como los gobernantes de un país, sino que también hay otros que comparten la responsabilidad, como por ejemplo las empresas. Cuando en una organización una mujer está embarazada o una persona tiene a su pareja en embarazo, incluso cuando hay alguien que esté en proceso de tomar a un menor en adopción, no solo son ellos los que están «embarazados», sino toda la empresa, porque la persona forma parte de ese sistema y, al serlo, quiere decir que todos son responsables de que ese embarazo se dé en las mejores circunstancias. Por lo tanto, las organizaciones deben generar los mecanismos y los recursos para que estas personas, que van a estar en primera fila en la crianza de un menor, puedan tener las mejores condiciones posibles para ese niño o niña, entendiendo que es un hijo de todos en el contexto mencionado. Dicho de otra forma, cuando hay alguien esperando o criando a un hijo, toda la empresa lo está esperando y criando, incluso toda la ciudad lo está y todo un país a su vez también lo está. Esto significa que estas generaciones de niños nos hacen responsables a todos de su desarrollo, ya que en perspectiva son la nueva sociedad.

La principal causa de maltrato y violencia a la población infantil es la falta de asumirnos como colectivos responsables de la crianza de un infante, en otras palabras, es la falta de conciencia social. La solución no solo se basa en generar recursos y poner el foco en las familias que tengan niños, sino en empezar a construir una conciencia en la sociedad que pueda generar un impacto correctivo y preventivo a mayor escala, en donde cada uno de nosotros nos hagamos responsables de todos los niños, como si fueran nuestros propios hijos, ya que lo son en un sentido de empoderamiento social de la crianza.

Al comprender el impacto del enfoque «todos responsables de la población infantil», podemos hablar de dos aspectos: uno es la prevención y otro el saber qué hacer cuando sucede el maltrato y la violencia sexual contra menores. Sin embargo, para hablar de prevención, primero tenemos que, según mi visión, analizar al ser humano en sus 360 grados.

Estamos compuestos por tres vectores principales: uno es la materia, otro es la energía y otro es el espíritu. La Materia son los hábitos, los aspectos físicos, la expresión de las emociones, la alimentación, lo que hacemos, la manera como cuidamos, trabajamos y actuamos con nuestro cuerpo físico. Cuando hablamos de energía, nos referimos a la caracterización interna de las emociones, las creencias limitantes y potenciadoras, recuerdos y pensamientos, es la manera en la que se estructura nuestra mente. El tercer vector, el espíritu, es el procesamiento de toda la información almacenada en nuestro cerebro, generando la propia esencia del ser humano, la identidad, personalidad, los principios, valores, y las creencias religiosas. Los tres vectores están presentes en todas las personas e interactúan entre sí constantemente.

El ser humano durante toda su vida va creando diferentes recuerdos de lo que está viviendo en cada instante, alimentando su mente con información. Frente a cualquier situación, el cerebro procesa la información caracterizada en los vectores mencionados y luego genera modos de comportamiento. Un ejemplo de esto es la construcción de las emociones (Lisa Feldman, 2018). El cerebro parte de las experiencias pasadas, regidas por los tres vectores, y crea predicciones, que determinan la forma de actuar.

En la prevención es importante entender qué es lo que está pasando dentro de cada uno de nosotros. Es determinante trabajar en la conciencia de sí mismo para saber el «por qué» y «para qué» de nuestras acciones y de las diversas emociones construidas. El propósito es corregir, sanar y estructurar de mejor forma nuestra mente para así cortar de raíz el impulso de la violencia física o sexual hacia un niño. Toda esta información está caracterizada en estos tres vectores y se puede ordenar mediante el uso de herramientas terapéuticas de la conciencia. Un ejemplo de este planteamiento es el siguiente: en el seno de alguna familia, cuando algunos de sus miembros generan maltrato, la razón puede ser que todas sus experiencias pasadas y toda la información que recibió en su propio modelo de crianza lo esté reproduciendo frente a un menor, creyendo que es la manera cómo debe actuar, porque su mente está programada en la caracterización de los tres vectores, por lo tanto, el cerebro utiliza esa información y la ejecuta. Aquí es donde se puede observar la importancia de la relación entre prevención y conciencia en las personas.

Lo anterior no quiere decir que cuando una persona ha tenido una experiencia de violencia en su niñez o en algún momento de la vida, esté inhabilitada para estar al frente de la crianza de un menor, lo que quiere decir es que, cuando las personas entienden y conocen lo que sucede consigo mismas en 360 grados, se genera la capacidad de ser conscientes, llevando a cuestionarse sus conductas hacia los demás y, especialmente, hacia la población infantil. Antes de hablar de prevención, tenemos que hablar de Conciencia.

La conciencia tiene que ser promovida en los diferentes sistemas en donde están todo tipo de poblaciones. Debe ser promovida en las comunidades, en los entornos empresariales, en los entornos académicos, etcétera. A nivel de gobierno es ideal que se promueva el análisis y el desarrollo de la conciencia en 360 grados de las personas, qué excelente sería tener una cátedra de la conciencia en todos los niveles de la educación y contar con terapeutas de conciencia especializados en los servicios de salud, y no solamente esperar que una persona se encuentre un libro en un supermercado cuyo título incluya la palabra conciencia. Esto debe evolucionar hasta el punto de tenerlo en la vida de todas las personas. El humano consciente, frente a una situación, puede discernir entre sus experiencias pasadas negativas, tiene la capacidad de comprenderse, tener orden interno y pensar de una forma diferente. Es así como se eliminan las posibles conductas negativas que den lugar al maltrato hacia un menor o hacia alguna otra persona.

Solo es una parte de la solución tener recursos, policías, vigilancia o reflexiones acerca del impacto de la violencia sexual y el maltrato en los menores. La otra gran parte es entender que los seres humanos somos un ser complejo, compuesto por vectores, que llevan a desarrollar una manera de pensar y actuar. Esto hace que, en el momento de existir un posible evento de maltrato hacia algún menor, se pueda programar la Conciencia para que el posible agresor actúe de una forma diferente, es decir, que sea consciente. Esta es la verdadera prevención.

Una vez que entendemos qué es lo que nos puede llevar a la prevención, lo siguiente es encontrar qué hacer una vez que pasen estos eventos negativos sobre la población infantil. Mucho se ha dicho y estudiado al respecto, que, sin lugar a duda, es el camino frente a este flagelo de la sociedad. Mirar de cara este problema social, significa encontrar una solución, significa no solamente apartarnos con un matiz de indignación cuando nos enteramos de un delito en contra de un menor y decir: «no puedo escuchar más porque me causa dolor». Algo similar, y en menor escala, sucede en las familias que han pasado por experiencias negativas en la niñez. Puede, en ocasiones, haber negaciones y fingir que nunca ha sucedido el hecho violento. La invitación es a mirar de frente el problema.

El abuso y el maltrato quedan grabados en el cerebro del niño durante toda su vida, incluso en sus familiares. Por esta razón, es importante seguir trabajando en la dimensión de la conciencia en 360º porque, desde allí, se puede generar una sanación.

Hay una palabra que está muy de moda por estos días y que, sin lugar a duda, es excelente, tanto es así que forma parte de mi discurso profesional, se trata de la Resiliencia. Al definir esta palabra desde la física-química, nos encontramos con que es la capacidad que tiene la materia de absorber energía y distribuirla. La Resiliencia desde un fenómeno plástico es la capacidad que tiene un polímero de cambiar su forma y recuperarla. Este concepto se ha llevado al contexto del desarrollo humano y se habla de ser resilientes. Esto significa que, frente a la adversidad y/o las diferentes situaciones complejas y difíciles que están presentes en la vida, la invitación es a recuperar la forma y la esencia del ser.

Lo anterior es extraordinario, sin embargo, si queremos realmente generar tranquilidad y bienestar en nosotros mismos, hay que hablar de la Resiliencia Consciente. Esta no solo consiste en mandarle la orden al cerebro para conectarse con el presente en donde no se está viviendo ese episodio de dolor, ya que se dio en el pasado y ha entregado fortaleza. Cuando se trabaja en la resiliencia consciente, se logra entender que toda la energía de los diferentes sucesos ha quedado en el pasado y se tiene la capacidad de ordenar la mente. De esta manera, se puede mirar de frente a ese hecho, analizando sus elementos, tales como, el YO como víctima, la mente del agresor, la responsabilidad familiar y la responsabilidad social, dando como resultado la aceptación de la experiencia vivida. Una vez que la víctima entiende lo que sucedió, puede mirarlo, organizar sus pensamientos y emociones al respecto. En ese preciso momento se logra la Resiliencia Consciente.

Cuando se habla de qué hacer con este problema y cómo poder ayudar a las víctimas y sus familiares, la respuesta puede estar en poner en práctica la Resiliencia Consciente. Para que se pueda llegar a tener esta claridad, hay que poner en orden todo lo que quedó atrás a través de entender lo sucedido. El cerebro humano está programado para encontrarle sentido a lo que se vive y se percibe, cuando no le encuentra una explicación a alguna situación, entra en conflicto. Las personas que sufren abuso sexual, probablemente lo que más les genere dolor es el no saber por qué sucedió, lo que duele es precisamente no entender, y el sufrimiento lo construye el cerebro a través de la sensación de impotencia y frustración para que la víctima busque y encuentre una explicación.

En el momento en que se entregan herramientas para que las personas puedan comprender lo sucedido, la mente organiza esta información y es allí donde se genera la conciencia, activando la resiliencia consciente, instalando las emociones en el presente y dejando de lado, pero de forma ordenada, las emociones construidas en el pasado. Aquí es donde se puede hablar de sanación. Cabe resaltar que entender la experiencia negativa no significa o no es igual a estar de acuerdo con lo sucedido; entender es observarlo como suceso, saber que hubo una concatenación de eventos, procesos mentales, factores sociales y otros elementos que estuvieron allí presentes, y que la sumatoria de todos esos componentes produjeron el abuso o el maltrato.

Este proceso de entender hasta el punto de generar la resiliencia consciente es todo un proceso que requiere tiempo y el compromiso de todos los que están alrededor del niño y futuro adulto que vivió la experiencia. Una vez que la víctima lo entiende, lo puede aceptar y lograr, de esa forma, tener una conciencia en 360 grados, que le va a permitir trabajar en su sanación interna y aportar en la construcción de una sociedad consciente.

Roy Arboleda

Referencias de libros, publicaciones y artículos en la web

  • Lisa Feldman Barret, The Secret Life of the Brain, 2017, Macmillan

  • Yahira Rodríguez López; Bertha Arenia Aguiar Gigato, Iraida Garcia Alvarez, Consecuencias Psicológicas del Abuso Sexual Infantil, 2012, Universidad Católica nuestra señora de la asunción, http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2220-90262012000100007#1a

  • Royman Arboleda, Gestión eficiente del desarrollo humano en las organizaciones, 2018, https://www.linkedin.com/pulse/gesti%C3%B3n-eficiente-del-desarrollo-humano-en-las-royman-arboleda/

  • Royman Arboleda, Gestión de la Evolución, 2018, https://www.linkedin.com/pulse/gesti%C3%B3n-de-la-evoluci%C3%B3n-un-nuevo-paradigma-royman-arboleda/

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